Lo propio de una chica impulsiva con el corazón roto es coger el teléfono, a pesar de que no debería hacerlo, para llamar al chico que nunca ha llegado a entenderla del todo y decirle todo lo bueno y todo lo malo que pueda ocurrírsele a la vez, como que le odia profundamente por no poder dejar de quererle, aun cuando hay veces que la ha hecho sentir absolutamente invisible.
Hablar sin parar, solo porque le duele el pecho casi tanto
como el tiempo que pasa sin saber de él. Hablar por hablar. Hablar para nada.
Porque por más que le diga que el inmenso desastre en el que se han convertido podría
pararse si viniese a buscarla, no va a servir de nada. Él es el chico que nunca
la ha entendido. Y nunca la va a entender.
De nada sirve que pase más tiempo.
Por eso desaparezco.