23 octubre 2015

Cuando conseguí dejar las llaves en el recibidor por última vez.

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Suelo olvidar con el tiempo lo que vivo atropelladamente. Cuanto mayor sea la vorágine de los acontecimientos, mayor será la nebulosa que quede en su lugar, y ya en aquel momento estaba dispuesta a avanzar rápido, sin retener nada demasiado, como quien pulsa un botón de fast forward para zafarse del tiempo perdido.

Aquellos meses corrí sin parar en sentido figurado, eso puedo recordarlo. De vez en cuando salía también a correr en sentido literal. Más bien me echaba a correr, como huyendo del vacío y obligando al corazón a latir a la fuerza.