Pocas cosas me emocionan tanto en esta vida como dirigirme un jueves a mediodía hacia mi buzón, antes de subir dos eternos y mortales tramos de escalera hasta mi casa, y ser atacada por una avalancha de propaganda al abrir la pequeña puertecita.
Maravilloso.
Aun tengo algún que otro menú del telepizza pegado a mi cuerpo.
Y yo me pregunto una cosa... ¡¡¿Es que ya nadie escribe cartas?!!
Telefónica y Unelco no cuentan. Tampoco las cartas a los reyes magos.
Que si, que ya sé todo el rollo de la modernidad, que existen los "e-mails" , que aparte de ser la mar de cómodos, son 2349 veces más rápidos.
Pero... con lo emocionante que era abrir el buzón y ver un sobre con letra escrita a mano y un sello... Después abrirla, leerla, releerla, responderla, echarla en el buzón.
No lo hice muchas veces, claro. Yo nací con un pentium debajo del brazo, pero aun así soy consciente de que era casi un ritual.
Esto de la modernidad nos está haciendo alejarnos de la magia a pasos agigantados.
Lo mismo pasa con las llamadas. Enseguida tiramos del móvil. Fácil, rápido, instantáneo. Como todo lo de ahora. Yo soy casi de la generación del euro, pero aun recuerdo las colas en las cabinas de teléfono y las agradables tertulias que se formaban alrededor...
[niñaaaa.... acabamos ya o que???, no tengo toda la tarde!!!]
Ahora casi nadie las utiliza, nisiquiera para incordiar a las señoritas del 1003, cosa que yo hice mucho, por cierto.
Una vez llamé durante las fiestas de mi pueblo, mientras echaban los voladores, diciendo que estabamos en medio de un bombardeo y que necesitabamos patrullas militares... Pff, cosas de niñas, lo normal, vamos.
Ah, otra vez llamé para pedir el teléfono de Alejandro Sanz. Después le dije que si no lo tenía que no se preocupara, que con el de Nick Carter me valía. La señorita, muy amable, me dijo que como siguiera molestando rastrearía la llamada y mandaría a la policía al lugar en cuestión. Qué sensible la mujer. Sólo le pedía un número de teléfono. Los del 11811 de ahora no se pondrían con tantos remilgos.
En fin... qué buenos momentos que ya no van a volver. Una pena. Bienvenidos a la era del sms.