
Pues bien... el susodicho método es el siguiente. La cosa está jodida para encontrar tiempo para aprender idiomas, y peor aún, para pagar a los profesores cuando ya encontraste tiempo, ¿no?. La solución es fácil... ¿Nunca te has fijado en las etiquetas de las cosas que compras?
Están en varios idiomas... A fuerza de comparar repetidamente con cada cosa que encuentres, la versión en el idioma extranjero y la versión castellana, siempre he pensado que uno termina aprendiendo algo. Lo bueno es que encima lo puedes hacer en cualquier momento del día... Mientras te duchas, con los champús o champuses; mientras desayunas, con la caja de cereales; cuando vas a almorzar, con el ketchup, etc., etc., etc.
Eso sí, otra cosa que he tenido clara es que si un día me dedico a seguir mi método exhaustivamente (porque es una de esas idioteces que por ser tan idiotez ni se lleva a cabo) ni lo intentaría con el ruso, chino, sueco y demás familiares... Me iría al portugués o como mucho al francés, tampoco hay que forzar el invento, que si no, no funciona.
En fin... estas cosas tan filosóficas son las que piensa una a estas horas de la noche. Besitos!!